SIEMPRE PERSEGUIDAS

SIEMPRE PERSEGUIDAS

Alberto Híjar.

El sábado 4, el compañero Álvaro informó al taller de Construcción del Socialismo la inminencia de la muerte de la compañera Angélica, víctima de un coma diabético. Narró como fueron necesarias cuatro personas para sacar de su cuarto a la enferma abrazada de una tubería para impedir entre gritos que se la llevaran quien sabe a donde, decía, pese a la insistencia de las improvisadas enfermeras que alegaban la urgencia de internarla en un hospital. Dos vómitos de sangre acrecentaron la alarma. Igual resistencia mostró en la recepción del Hospital General de Ecatepec y dio un nombre distinto al usado habitualmente. Toda una vida de persecuciones, maltratos y represiones explican su desconfianza en situación extrema. Pese a su estado de conciencia incompleta, se resistió a la colocación de los sueros y las sondas para aliviar sus deteriorados riñones y pulmones. El médico advirtió pocas esperanzas de sobrevivencia y el lunes 6 falleció.
La conocimos en abril de 2008 a raíz de un incidente en una asamblea de La Otra Obrera donde una pareja de compañeros fue agredida por un violento travesti. Bastó la reflexión publicada sobre el efecto lumpen, desorganizador y grosero, para ganarnos el odio de los transexuales empeñados en controlar la prostitución en La Merced, el mercado más antiguo de México. Agradecidas, unas veinte sexoservidoras muy jóvenes encabezadas por Angélica, visitaron al Taller de Construcción del Socialismo en su sede de la Escuela Técnica del Sindicato Mexicano de Electricistas. Ansiosa y urgida por la represión acumulada, Angélica relató la terrible vida acosada por proxenetas, policías, inspectores, dueños de hoteles y funcionarios de la Delegación Venustiano Carranza para fundamentar la necesidad de autodefensa para no dispersarse ante los ataques brutales sino al revés y cómo les urge protegerse entre sí pese a los votos de silencio y a los castigos ante la menor violación de la seguridad de los explotadores. Maquillada y con el pelo teñido de negro muy bien peinado para disimular sus más de cincuenta años, Angélica procuraba cubrir su piel manchada por una especie de vitíligo obviamente nervioso. Sus ojos impresionaban por el color amarillo que es blanco entre la gente sana. Acordamos marchar juntos el 1º de mayo y formamos un contingente con pancartas denunciantes de sus carencias de salud, garantías individuales y educación. La marcha desde el monumento a Colón en Reforma hasta el Zócalo recibió muestras de solidaridad acrecentadas cuando el sonido de la concentración final anunció su llegada. Pocas se atrevieron a gritar “se ve, se siente, La Merced está presente” y en cambio, cubrieron sus rostros al entrar a la Plaza Mayor. Seguimos los trabajos de Angélica para atenuar la persecución constante, la explotación, las amenazas, la escalada de los ataques. Todo esto creció a raíz de la tolerancia cero recomendada por Giuliani el exalcalde de Nueva York contratado por el gobierno del D.F. para limpiar el Centro Histórico de vendedores, pordioseros, prostitutas y los pobres habitantes de vecindades y edificios maltrechos. Razias y cierres de callejones hicieron del oficio de sexoservidoras un permanente acoso acordado por los explotadores y los funcionarios cómplices. Álvaro no volvía a La Merced desde noviembre porque las compañeras no quisieron contarlo entre los muertos y desaparecidos.
Ahora ya no está Angélica o Francisca. Otras la relevan en los pacientes trámites para lograr atención médica, garantizar el cuidado de los niños nacidos en la precariedad perseguida, sacar de la cárcel a las víctimas de judiciales y militares singularmente enfermos de brutalidad. Su familia aparecida de pronto, evitó y pidió no velar su cuerpo en La Merced sino enterrarlo discretamente con el apoyo obtenido de la Asamblea de Representantes del D.F. para pagar atención hospitalaria y gastos funerales. Quedan las fotos y las filmaciones, algunas hechas por las mismas víctimas que así reflexionan sobre sus vidas infames. Es obvio que la tolerancia cero para limpiar La Merced y permitir el tránsito del turibús, alienta la diversión de los paseantes ociosos y la instalación de bistros y restaurantes gourmet, pero aniquila a quienes fueran habitantes pobres de la zona donde el hampa marca sus territorios por la ubicación de los hoteles y las bodegas de contrabandistas tolerados. Angélica ya no verá las consecuencias de todo esto. Quizá su hija educada fuera de vicios e infamias.

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