Filósofos de la Destrucción

FILOSOFOS DE LA DESTRUCCION

Alberto Híjar.

Un querido compañero filósofo ha comentado mis textos sobre la supresión de nuestra materia de trabajo en la Reforma de la Educación Media y Superior. A partir de mi señalamiento de las filosofías como aderezo de las ensaladas ideológicas del Estado sin capacidad crítica alguna, el compañero recuerda la caracterización de Gustavo Díaz Ordaz en su IV informe de gobierno al nombrar como filósofos de la destrucción a los ideólogos del Movimiento Estudiantil de 1968, Herbert Marcuse en especial. Gran elogio al dar en el clavo de las investigaciones del filósofo formado en la famosa Escuela de Frankfurt de donde tuvo que emigrar a la Universidad de California en Estados Unidos. Contra el hombre unidimensional, contra Tanatos el dios de la guerra y la destrucción, Eros habrá de triunfar contra la represión y la opresión esenciales al capitalismo. Filósofo de la destrucción para bien de todos.
El compañero alude también a la caracterización de Althusser argumentada por mí al acentuar a la filosofía como lucha de clases en la teoría obviamente opuesta al pésimo uso de Kant y Platón al plantearla como conocimiento desinteresado y sin más valor que su propio discurso como prueba suprema del eros. Por lo contrario, las filosofías, toda filosofía, es tendenciosa y más vale asumir esta condición. De aquí la afirmación de la crítica como crítica de los poderes adversos a la humanidad. La ética tendría que dejar la postulación de valores eternos y universales para dar a entender su imposibilidad en la reducción económico-política de la vida impuesta con una brutal división entre las clases sociales. La oportunidad actual de criticar la corrupción como propia de una clase social agónica capaz de fraudes multimillonarios, asesinatos y complots en perjuicio de alguna de las facciones en disputa del poder y de los pueblos y de la naturaleza, exige la critica a las filosofías de apoyo con sus proclamas de la unidad nacional, el perdón y olvido, la autonomía absoluta del Reino de las Ideas, las estructuras discursivas y las genealogías clasificatorias sin más.
La estética tendría que dar cuenta de la lucha de clases en la significación y de la fina dialéctica entre procesos simbólicos para romper con el panfleto, la redundancia icónica, las combinatorias posmodernistas sin más sentido que la trivialidad, la subjetividad solipsista en instalaciones, intervenciones y gráfica bien distintas a las solidarias con los movimientos populares apoyados por agrupaciones de trabajadores de la cultura sin patrocinios oficiales que encuentran lugar en la calle, la plaza, las movilizaciones contestarias y las asambleas populares. Dificulta esto la ignorancia enciclopédica de los profesores sobre los procesos de significación para refugiarse en la mala abstracción de la historia de la lucha entre ideologías en signos.
La historia de las filosofías tendría que hacerse de adelante para atrás a partir de la máxima complejidad actual donde el eurocentrismo y el sacrosanto origen griego son objetados por otros modos de conocer y transformar el universo en las comunidades originarias del mundo entero. Otra teoría del conocimiento y otra lógica son necesarias a los discursos y narraciones irreductibles a los formalismos escolarizados. Romper con la linealidad de las narraciones históricas es un buen principio de crítica hoy que no sólo está en juego la economía política capitalista y la devastación planetaria a la que da lugar, sino también las ideologías que apoyan el desastre global al ignorarlo o resolverlo con proyectos de humanización imposibles. Sí así lo hiciéramos, reconoceríamos la previsión de la bestia Díaz Ordaz cuando dijo: “¡qué grave daño hacen los modernos filósofos de la destrucción que están en contra de todo y a favor de nada!”, siempre y cuando, sí y solo sí, todo sea el capitalismo y nada sea el proceso de transición a su negación que hay que dotar de trabajo, mucho trabajo teórico crítico, solidario de la construcción del socialismo como poder de los trabajadores y contra los Estados aunque sean benefactores. Esto exige la decisión de futuro inclaudicable innecesario para que no lo detengan las bestias actuales seguidoras de aquella amenaza presidencial cumplida de “no quisiéramos vernos en el caso…”

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