Ciencia y Revolución

CIENCIA Y REVOLUCION

Alberto Híjar.

No es que falte trabajo sino que no hay paga. Antes de la debacle panista al frente de la economía política, mi bloc de 50 recibos duraba dos años porque debía entregarlos en espera del pago tardado pero seguro. Ahora el bloc permanece virgen, sin tocar. Vaya pues. Por esto, comunico el recurso de variar un mismo producto para demandantes diversos. Tal hago, con perdón de la concurrencia, con la primera lección al grupo de jovencitas y un joven que tomaron la insólita decisión de pedirme una introducción al marxismo. Buena señal de que no todas y todos creen en “el mundo de caramelo” llevado al paroxismo kitsch en el irrespetuoso desfile de antihomenaje a Los Niños Héroes y los insurgentes revolucionarios más conocidos, iniciado por dos banderazos de salida de Calderón y su esposa como si se tratara de un rally televisual que en realidad lo fue con todo y luchadores enmascarados y la culminación con Tatiana y Pimpon que “es un muñeco muy grande y de cartón”. ¡Qué pena! (ajena como dicen los clásicos).
Inicié el breve curso con la comparación hecha por Engels de la fundación de la química como ciencia con lo hecho por Marx con la historia. Engels usa el símil en respuesta a quienes difundieron la especie de que el primer tomo de El Capital no sólo no aportaba nada sino usaba conceptos de otros, como el de plusvalía desarrollado por Adam Smith, el famoso economista inglés. Al prologar el tomo II DE El Capital con Marx ya muerto, Engels recuerda a Scheele y Priestley al experimentar con la combustión y descubrir lo que uno llamó aire desflogistizado y el otro aire no ígneo. El flogisto escapaba a través del cristal del matraz tapado. Ninguno de los dos pudo romper con el flogisto, misterioso ente que aparecía y desaparecía según hubiera fuego o no. Priestley comunicó su investigación a Lavoisier quien desechó al flogisto para decir oxígeno, caracterizarlo y hacer una tabla de sus combinaciones donde funda una nomenclatura en comparación con los nombres relacionados con la alquimia como aire vital o etiope marcial o sal sedativa de Homberg. Lavoisier funda la química como ciencia al descubrir las combinaciones del oxígeno con metales y no metales y el flogisto se fue al basurero de la historia. Pues bien, dice Engels, Marx desflogistiza la historia y con ello inaugura su comprensión y su transformación fuera de los designios del Espíritu, la Libertad, la Patria celestial o terrestre, el Hombre, la Paz, en fin, todos esos seres metafísicos y metahistóricos tan útiles para ocultar los procesos productivos y la lucha de clases en ellos y por ellos. La crítica de la economía política, subtítulo de El Capital funda un continente en disputa con los filósofos y los demagogos hasta resolver la explotación con algo más que abstracciones ocultadoras de lo que pasa en el fondo. Ya se ve, todo perjuicio a los más pobres y trabajadores es por el bien de la Patria, la Unidad Nacional, el Bien Común, la Democracia.
En estas andaba cuando tuve que escribir mi quinta carta semanal al excomandante Antonio del ERPI, incomunicado en el Penal de Alta Seguridad de Nayarit, luego de haber ganado los amparos necesarios para quitarle a él y su compañera Gloria Arenas Agís, Coronela Aurora, los delitos graves y a punto de libertad luego de cumplir diez años de prisión. Decidí platicarle a Jacobo Silva Nogales lo del flogisto con el agregado de algo de lo que dice Patricia Aceves en el “estudio preliminar” incluido en la edición facsímil (UAM Xochimilco, 1990) del Tratado Elemental de Chímica de Lavoisier publicado en México en 1797 para uso del Real Seminario de Minería, esa institución citada por Humboldt (1804) como prueba de vanguardia científica y técnica. Con el Jardín Botánico y sus cátedras de historia y geografía los jesuitas impactados por la Ilustración francesa lograron esto y más pese a su expulsión en 1767 con las reformas borbónicas que los vieron como peligrosos críticos de la modernización del Reino de España en el que jamás se ponía el sol porque iba desde las Américas hasta Filipinas. Las consecuencias insurgentes de esto no sólo formaron al cultísimo conspirador Miguel Hidalgo y sus compañeros, sino orientaron investigaciones de fabricación de armas y explosivos cortadas de tajo por el virreinato que mató en Guanajuato en 1810 a los egresados del Seminario de Minería, Casimiro Chovel, Rafael Dávalos y Ramón Fabié y el año siguiente corrieron la misma suerte en el norte donde actuaban clandestinos, Mariano Jiménez e Isidro Vicente Valencia. Ciencia, técnica y revolución tuvieron entonces una relación orgánica de vanguardia. Para entonces, Lavoisier había sido ya guillotinado por su familia y vestimenta monárquicas en uno de los muchos crímenes por ignorancia de los revolucionarios cuadrados.
La relación con México no queda aquí sino en la polémica organizada por José Antonio Alzate con el pseudónimo de Pedro el Observador publicada en la Gaceta de México preferida por Vicente Fernández, su oponente y las Gacetas de Literatura editora de Alzate para criticar la nomenclatura de Lavoisier y Linneo como paso necesario para valorar en toda su importancia la revolución científica del francés apoyado en la Lógica de Condillac, un buen ilustrado. ¡Que tiempos aquellos de 1788 y 1789, año de la toma de La Bastilla, cuando un saber nuevo era condición revolucionaria! Ojalá el símil de Engels sea aprovechado por Jacobo, por las jóvenes y el joven de bachillerato de la UNAM y por mis escasos lectores en POR ESTO! seguidor de la tradición del periodismo libertario que cambió el nombre de Nueva España por el de México.

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