Carlos Montemayor

CARLOS MONTEMAYOR

Alberto Híjar.

Carlos Montemayor ha muerto en el Instituto Nacional de Cancerología en la madrugada del domingo 28 de febrero. Lo esperábamos porque semanas atrás corría la noticia de su enfermedad devastadora y quienes lo vieron en un noticiero de televisión denunciando una vez más al terrorismo de Estado, comprobaron el deterioro de su rostro y de su voz.
Decidió construirse como escritor total. Por esto es necesario en la ignorada formación libertaria de la literatura abarcadora de la ficción para inaugurar mundos, de la poesía para darle al lenguaje capacidades imaginarias enriquecedoras, de la investigación de los autores griegos como Píndaro y Virgilio y de sus apropiaciones americanas en Alfonso Reyes, Gabriela Mistral y Huidobro. Amplia su concepción de la poesía, investigó a Pound y Quevedo y encontró en los cantos de Carmina Burana la dimensión popular profunda y erótica que lo llevó a las lenguas indígenas no sólo para conocerlas sino para promoverlas como parte de la nación. Una exigencia crítica condujo su reflexión histórica sobre el lugar de los movimientos armados populares sin los cuales no caminaría la historia, la de México y la de Nuestra América. Investigador minucioso, lo llevó años escribir Guerra en el Paraíso (1991) para no imaginar de más todo lo ocurrido con el Ejército de los Pobres de Lucio Cabañas. Prueba con esta obra la articulación entre literatura e historia al encuentro de las concreciones sociales donde la geografía contribuye a comprender las campañas de la guerrilla y la sevicia de la guerra sucia.
Como nadie más, Carlos Montemayor es la voz de la denuncia de los crímenes de Estado y desde sus años mozos en Chihuahua, escribió sobre los guerrilleros decididos a frenar la devastación de bosques, manantiales y minas como negocios de gobernadores y caciques voraces. En el diario El Monitor y en el periódico Acción de Judith Reyes, publicó a mediados del siglo XX sobre las razones de Arturo Gámiz, Pablo Gómez, Álvaro Ríos y de sobrevivientes del asalto al Cuartel en Madera como Oscar González Eguiarte. En 2008 prologó el libro sobre Judith Reyes de Liliana García y en su presentación en Coyoacán, un hombre enjuto con la fuerte presencia de un campesino, me dio una nota para Carlos quien le dio la palabra para que hablara de Judith, de la lucha en Chihuahua, de la importancia de conocerla. Se trataba de Salvador Gaytán quien siguió organizado luego del nefasto 23 de septiembre sin embargo punto de partida de nuevas campañas revolucionarias.
Igual que Judith Reyes renunció a las famas y contratos de La Tamaulipeca que bien pudo sumarse a la industria del espectáculo luego del éxito de La Parrandalarga, Carlos Montemayor no se dejó seducir por las glorificaciones de Estado y su gremio literario. El currículum del joven escritor nacido en Parral en 1947 está lleno de reconocimientos como el premio Xavier Villaurrutia por sus cuentos Las llaves de Urgell, su lugar en la Academia de la Lengua, el Premio Internacional Juan Rulfo por su cuento de nombre elocuente: Operativo en el Trópico. La poesía de Abril y otras estaciones le ganó el Premio José Fuentes Mares y al fin, el Premio Narrativa Colima lo ganó con Guerra en el Paraíso. No paraba y alternaba sus ejercicios de barítono y el disco resultante, con su puesta al día de la lucha armada y el terrorismo de Estado puntualmente denunciado en sus trabajos periodísticos, los de POR QUE? y POR ESTO! y los del diario donde significó una tendencia exigente de dar razón a las luchas populares más radicales. Chiapas, la rebelión indígena en México (1996) es fundamental para asumir lo que ahí pasa. Con lo que iba recogiendo y fichando, publico Los informes secretos donde la novela es recurso narrativo de encuentro de sentido histórico a los alarmantes informes policíacos y militares de la mal llamada seguridad nacional. Ya no alcanzó a presentar su postrer libro sobre Terrorismo de Estado que bien concluye una vida dedicada a construir al pueblo en lucha desde las profundidades de toda la mejor tradición literaria compleja. La Comisión para que aparezcan los militantes del EPR Gabriel Alberto Cruz y Edmundo Reyes Amaya, queda sin su activo vocero. Igual que tantas organizaciones en lucha. No hubo funeral, fue cremado, hay duelo en la Academia de la Lengua con tanto amor como cuando ganó el Premio Nacional, el más justo y necesario.

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