LA CULTURA INVISIBLE

LA CULTURA INVISIBLE.

Alberto Híjar.

Eduardo Galeano leyó en Bellas Artes atestado, en la sala Nezahualcóyotl de Ciudad Universitaria repleta, firmó más de 400 libros en el salón Arnaldo Orfila de la editorial Siglo XXI durante cuatro calurosas horas que lo obligaron a terminar la jornada en camiseta sin mangas y no mereció mención alguna de las televisoras y los noticieros radiofónicos. Las filas para entrar fueron larguísimas pese al calor asfixiante, la poca propaganda y la sorpresa mayor es la abundancia de jóvenes. Todos querían tocarlo, cruzar con él una palabra, decirle la admiración por sus textos breves y precisos que contribuyen a la otra historia, la de los explotados, los reprimidos pero también los insurrectos. Grandes voces obligaron a abrirse al cerco de seguridad en el recinto universitario donde lo acompañó el rector José Narro para que subiera Lucía Andrea Morett, la sobreviviente y testigo de la invasión colombiana a Sucumbíos donde veinte compañeros del comandante Raúl Reyes y cuatro estudiantes mexicanos fueron masacrados. Con ella subió al estrado Trini, la esposa de Nacho del Valle del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco sentenciado a 107 años de prisión de alta seguridad para abrazar a Galeano y entregarle sendos expedientes de agravios.
En cambio, al minuto seguimos las incidencias de los visitantes de Irma Serrano, el despido de un inepto futbolista sueco favorecido por los dueños del espectáculo y el fútbol con nueve millones de dólares, en fin, el desfile de todo mundo en Espacio 2009 donde el Cachuchas Azcárraga ostentó su poder de convocatoria de altos funcionarios, gobernadores, dirigentes partidarios y estrellitas del deporte y la industria del espectáculo. Beatriz Paredes lució ahí en World Trade Center, sitio simbólico, su destemplada voz acompañada por su desafinada guitarra cantando al pobre de Antonio Machado según Serrat. Todo reporteado por los dictadores de la incomunicación entre spots electoreros y anuncios pagados de Peña Nieto, todo como anuncio de comida chatarra con la que tienen más coincidencia que la de la publicidad.
Por esto importa tanto el ignorado vigésimo aniversario del Canal 6 de julio contribuyente fundamental para hacer del video un recurso de difusión de todo lo que calla la industria del espectáculo. El nombre le viene de las elecciones de 1988 cuando el fraude electoral anuló el triunfo presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas. Al aceptarlo el ingeniero para no dañar al Estado, desmovilizó a sus seguidores indignados e ignoró el operativo para impedir la venta de la revista POR ESTO! y la ruina consiguiente de la que supo reponerse con dignidad solitaria como siempre. Nada dijo el ingeniero de los ataques paramilitares a la productora que registró la caída del sistema (Manuel Bartlet dixit) y todas las cochinadas que culminaron con el incendio del lugar en la Cámara de Diputados donde estaban guardados los paquetes electorales, ante la sonrisa retadora del cínico barbón Fernández de Cevallos. Pese a todo, Carlos Mendoza fundó la cooperativa Canal 6 de julio y siguió investigando y registrando cuanta infamia y crimen de Estado ha ocurrido. Sesenta y dos documentales atesorados por numerosas organizaciones, significan la fase superior de una masa testimonial ignorada por la dictadura desinformante, la producida por el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM y el Centro de Capacitación Cinematográfica del CNA. Por más que ganan premios internacionales no hay manera de verlos en las programaciones de bazofia sólo interrumpida por festivales e iniciativas de productoras poco industriales. Entre 1979 y 1983, dos Carlos amigables y muy trabajadores, de apellidos Cruz y Mendoza, hicieron en el CUEC tres películas premiadas en festivales europeos: Chapopote sobre el petróleo, Chahuistle sobre el desastre campesino y Los encontraremos sobre las desapariciones forzadas de activistas sociales. Ya en la cooperativa, Carlos Mendoza ha sumado compañeras al proyecto como Nancy Ventura y Mario Viveros que ya dominan todos los procesos productivos del cine y el video que en la tendencia hollywoodence concretan especialidades como la de fotógrafo, editor, sonidista, etcétera. En el Canal 6 de julio la producción es otra cosa.
El catálogo de la cooperativa que no será celebrada por el Estado y sus aliadas televisoras radios y periódicos, incluye reportajes de grupos armados activos contra el Estado, investigaciones como la de la CIA en 68 o el operativo de la masacre de Tlatelolco, los pasos del EZLN, del Movimiento Estudiantil con la huelga más larga en la historia de la UNAM para impedir el fin de la educación pública y gratuita, en fin, los fraudes electorales.
La otra historia, presente y activa a pesar de todo, tiene en el Canal 6 de julio una prueba de existencia necesaria, compañera de las pequeñas editoriales, productoras independientes de videos, blogs, agencias de noticias insurgentes como APIA, radios comunitarias y revistas electrónicas que prueban la actividad necesaria de informar, registrar y comunicar sobre la nueva y actual lucha por la independencia, la dignidad extraviada por la delincuencia organizada como gobierno, tráficos de influencias financieras patrocinadores de toda suerte de crímenes de Estado con todo y desapariciones forzadas y presos políticos, todos esos sucesos que es terrible que no sean nota para la prensa distinta al lugar excepcional donde esta crónica es publicada.

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