PACHUCO’S POWER

PACHUCO´S POWER

Alberto Híjar.

Justo a tiempo del 2010, CONACULTA, FONCA y el INBA se han asociado para poner en escena Zoot Suit, la obra clásica sobre los migrantes de origen mexicano que en los años cuarenta y cincuenta dieron lugar a la figura del pachuco reproducida en el cine por Tin Tan y su carnal Marcelo sólo en su lado festivo y su habla con modismos entre el inglés y el español. La Compañía Nacional de Teatro y Teatro UNAM ponen los actores, los bailarines y los técnicos y asistentes. Luis Valdés autor y director de Zoot Suit, guìa la puesta en escena en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón con llenos todos los fines de semana desde el jueves cuando se cobran treinta pesos para que puedan acceder los menos pudientes.
La obra de 1978 fue presentada primero en Los Ángeles y luego en Broadway. Tuvo tal éxito que pudieron comprar el teatro hasta interesar a los estudios Universal para llevarla al cine y lanza a la fama a Edward James Olmos, Tony Plana, Abel Franco y Lupe Ontiveros. La música de Lalo Guerrero se integra con los bailes del swing, el mambo, el danzón, el boogie, que dieron fama a la Calle 43 de Los Ángeles con una cultura en el umbral de la delincuencia contestataria contra la discriminación y la represión policíaca. Mientras se instala la corte, el Boggie de la Mariguana da a entender esto y cuando se da la orden de ponerse de pie porque entra el Juez, el Pachuco se sienta. El Teatro Nacional de Aztlán (TENAZ) nombrado así por Mariano Leyva que organizó el grupo Mascarones, creció con Zoot Suit. Luis Valdés venía de Teatro Campesino integrado a la Unión de Trabajadores Campesinos de César Chávez. La gira los llevó hasta Europa y en la franja fronteriza entre Estados Unidos y México, el pachuquismo fue la identidad de los jóvenes hartos de persecuciones, cárceles y deportaciones. En lugar de ocultarse, se ostentaron con sus copetes envaselinados, pantalones holgados, fajados arriba de la cintura, sus sacos largos, sombrero de ala ancha con pluma, zapatos de dos colores bien brillantes, larga cadena colgando del cinturón a la bolsa lateral, pañuelo o flor en la solapa, el zoot suite pues. Superman dice Luis Valdés, pero de acá de este lado, resultó el Pachuco y el teatrero egregio supo difundir su sentido cultural profundo hasta ganar doctorados honorarios de las universidades de Rhode Island, South Florida, California, Santa Clara, San José. Henry Reyna, el personaje principal y su conciencia son aún los símbolos de la raza.
Vestido de negro y rojo, como dicen los códices nahuas que pintaban los sabios, el Gran Pachuco sale de un telón que reproduce la portada de Los Angeles Herald Express del 3 de junio de 1943, con noticias de la guerra mundial alternadas con el asesinato de un migrante mexicano que se hacia llamar Williams cuando en realidad se apellidaba González, en su casa al lado de The Sleepy Lagoon, lugar de encuentro para enamorados. En 1968 Luis Valdés conoció el libro de Guy Endore de 1944 donde narra el misterioso asesinato. Golpeado y perseguido con su novia por una banda rival, Henry Reina y sus compañeros se acercaron a la fiesta para encontraste con una pelea entre los convidados con los invasores de la Pandilla del barrio Downey. Reina y tres de sus compañeros son juzgados con un racismo extremo para exhibirlos como criminales sin remedio, a su novia la someten a un interrogatorio con respuestas inducidas y la mandan a una correccional de mujeres y para ellos pide el fiscal, la muerte en la cámara de gas mientras el defensor clama justicia en vano.
El fiscal se dirige al público y rompe la cuarta pared al convertirlo en jurado. El racismo los persigue hasta la cárcel a donde llega el defensor y una activista solidaria quien desespera en algún momento por ser comunista y judía. Total, un desastre para las vidas de jóvenes sin esperanzas. Uno de ellos dice: aquí no hay nada que hacer, vámonos a Arizona. El público ríe.
Pero la anécdota no es la obra donde la totalidad entre danza, canto, parlamentos en chicano, cuerpos con usos arrogantes y estridentes, bromas retadoras, está impedida como diversión sin más por el Pachuco que todo el tiempo interviene para criticar, prevenir, amonestar. Brecht y el distanciamiento contra la catarsis romántica de identificación con los personajes y la trama, está hasta el final y cuando todo parece feliz, empieza a bajar el telón-periódico, el Pachuco levanta la mano para decir que la realidad es menos grata: Henry Reina fue enviado a Corea y cayó en combate, Henry Reina regresó a la cárcel y murió drogadicto, Henry Reina casó y tuvo hijos universitarios que hoy se dicen chicanos, Henry Reina es eso y más con espantosa actualidad despojada de la poética del reto pachuco. Hoy los indocumentados que aceptan este nombre, marchan con banderas de barras y estrellas horriblemente enlazadas con las tricolores.
Contribuye a la excelencia teatral la escenografía con alteros de periódicos que lo mismo forman la tribuna del juez, que son los banquillos de los acusados y la testigo, que las almohadas de las camas que son diablitos del mercado. La iluminación es exacta, lo mismo para dejar un hilillo en la celda de castigo, que para poner la luna llena en el diaporama del fondo o para llenar el escenario de letreros luminosos de los bares y cabaretes.
Un excelente programa de mano con las decenas que forman el elenco y la edición de la obra acompañada de entrevistas, ambas con un glosario de pachuquismos, dan a entender lo que podía ser una difusión cultural arraigada a la crítica estética, a los conflictos sociales de actualidad, en este caso el de las fronteras. A la par, en una sala vecina, otra obra menos espectacular, 9 dìas de guerra en Facebook de Luis Mario Moncada muestra los poderes de la colonización deshumanizante ¡watcha la raza, ese!

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