Via Carrancista No

VIA CARRANCISTA NO

Alberto Híjar.

En artículo reciente, Hugo Carbajal describe el desastre electoral y la corrupción irreversible del Estado como determinaciones del trabajo parlamentario que tendrá que seguir la legalización constitucional del fin de la soberanía nacional y por tanto de la obligación del Estado para planificar, contener los monopolios que no sean los estratégicos como PEMEX y la Comisión Federal de Electricidad y garantizar los derechos históricos de los trabajadores ya conculcados por las prácticas de los empresarios organizados. Reivindicar la defensa de los artículos 25, 26, 28 y 123 resulta una línea económico-política de oposición al neoliberalismo acordado entre los partidos políticos.
Esta línea exige discusión porque ha dado lugar a una emergencia civil en el umbral del pueblo en lucha. Pero como triunfa la protesta sobre la necesidad del plan nacional de lucha, el pueblo cede ante la multitud, esa masa ciudadana y diversa capaz de movilización efímera para regresar de inmediato a sus intereses particulares donde difunde la línea del caudillo para preparar la siguiente movilización en un círculo vicioso sin fin. En principio, prevalece la fetichización del Estado al que hay que rescatar de la podredumbre para orientarlo con el viejo nacionalismo que ignora la corrupción de PEMEX, IMSS y la CFE con sus sindicatos, por ejemplo que han desarrollado mañas para entregar la energía a la explotación de los consorcios trasnacionales asociados a las empresas de los compadres. De aquí que el neocarrancismo de defensa constitucional resulte, cuando mucho un pingüe negocio de discusión parlamentaria sin posibilidad de concretarse en cambios reales. Hugo Carvajal lo sabe por su intensa militancia con las comunidades eclesiales de base en los tiempos del olvidado Sergio Méndez Arceo.
Ante situaciones así, Lenin solía decir “a menos que” y en efecto, debiéramos impulsar un movimiento artículo 39 que a la letra afirme el derecho del pueblo a cambiar las formas de gobierno en uso de la soberanía. El título segundo, capítulo I de la Constitución multireformada, trata aún “de la soberanía nacional y de las formas de gobierno” y arranca con el 39 de contundente principio: “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye en beneficio de éste” y aquí está el problema porque la dimanación se esfumó y las instituciones todas más bien perjudican al pueblo, lo destruyen o cuando mucho lo mediatizan. Ya no representan más que a la red de intereses delincuenciales en el poder. Ahí tienen ustedes a las comisiones de derechos humanos, a las procuradurías principales o especializadas bien lejos de la buena fe destacada en sus principios. No se diga de las policías y demás fuerzas del orden que hoy más que nunca ejercen la violencia de Estado proclamada día con día por el poder ejecutivo. A propósito de las elecciones recientes, circuló un pegote con una verdad incontrovertible: “votes o no votes no te representan”. ¿Y entonces? Pues no queda sino el poder popular con sus asambleas constituyentes, esto es, constructoras de la nueva forma de gobierno alternativa al Estado. Pero este es fuerte y omnipresente. Ante cualquier intento de autogestión y no se diga de autonomía, hay una oficina de licencias, unos inspectores, unos reglamentos, una amenaza. No debemos hacer como si no existiera el Estado, sino aprender a enfrentarlo, a darle vuelta, a crear situaciones de hecho distintas a los golpecitos de Estado habituales en los operativos militares, en las razias, en los controles policíacos, en los retenes. A la ilegalidad necesaria del terrorismo de Estado hay que oponer más que la movilización ciudadana, la construcción del pueblo en lucha con planes y proyectos de largo plazo en el ejercicio de la soberanía y democracia directas. Los ejemplos a seguir están en las decenas de organizaciones que hace una semana se reunieron en Tlalpan en el encuentro de poder popular donde se escucharon las lecciones de los Sin Tierra de Brasil, Pachakutik de Los Andes, la APPO de Oaxaca, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco, las organizaciones de los pueblos de la Huasteca, de las Juntas de Buen Gobierno, Los Caracoles y los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas. También hay que aprender de las derrotas, de las movilizaciones sin fin, de las represiones, de las farsas como las del cínico responsable de la defensa de los derechos humanos en el Estado de México tolerante de las mil violaciones de todo tipo y los presos políticos a perpetuidad de Atenco, Jaime Almazán Delgado, quien está muy contento porque habrá juicios orales. Día llegara en que haya juicios abiertos y orales de los abundantes criminales de Estado. Por tanto, compañero Hugo Carvajal, proclamemos como los célebres magonistas de 1910: “la constitución ha muerto” y sumémonos a la construcción del pueblo en lucha.

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