Desalojar al Che.

DESALOJAR AL CHE

Alberto Híjar.

El proyecto autoritario de acabar con los espacios de reuniones contestatarias no es nuevo pero ha crecido a raíz de la decisión de inculpar a los pobres de la economía informal de la delincuencia y violencia cotidianas. Lo que no logró la administración salinista lo han logrado los gobiernos perredistas del Distrito Federal sobre todo a raíz de la contratación del exalcalde de New York Rudolph Giuliani como experto en tolerancia cero y campañas contra ventanas rotas y pintas callejeras, todo para fomentar lugares de esparcimiento light para quien puede pagar refrescos, cafés, tés y pastelillos fuera del alcance de los pobres indeseables. En la UNAM, la más grande institución educativa en tamaño e importancia de América Latina, el vandalismo autoritario ha sido violentísimo porque ha devastado a lugares emblemáticos de articulación de los movimientos populares como el Foro Abierto de la Casa del Lago destruido con maquinaria pesada y brigadas de zapadores a raíz de que se proclamó como el primer Aguascalientes fuera de los territorios del EZLN. A la par, fueron destechados los edificios porfirianos de la antigua Escuela de Ciencias Químicas en Tacuba ocupados por la Preparatoria Popular, alternativa necesaria al probar que sí había recursos para atender a los estudiantes rechazados por el examen de selección de la UNAM. El Auditorio Che Guevara, el más grande y popular de Ciudad Universitaria fue arrasado por las autoridades al destruir las butacas, la gran pantalla y la cabina de proyecciones y arrancar todas las instalaciones de agua y electricidad. A raíz de la ocupación militar que acabó con el Movimiento Estudiantil de entresiglos, esto ocurrió con igual trato a todos los murales producidos por estudiantes.
Ahora viene la escalada definitiva para borrar del mapa el Auditorio Che Guevara. El pretexto es el asesinato de dos balazos de un joven en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras. Los vendedores de libros usados, discos, películas y artesanías instalados en un paso peatonal frente al histórico auditorio, han sido desalojados y una campaña de prensa y reunión de firmas por autoridades, llama a recuperar el Auditorio Che Guevara. Los ocupantes son indefendibles porque lo han convertido en refugio tribal donde de cuando en vez organizan algún tokin donde se fuma marihuana y se bebe pulque y cerveza. A un costado, donde fuera la Filmoteca de la UNAM, hay talleres de fotografía y serigrafía y un comedor naturista barato y en lo que fuera el pasillo entre el auditorio y la Facultad de Filosofía y Letras, una Galería Autónoma organiza conferencias, mesas redondas, presentaciones de libros y películas no comerciales y exposiciones con participación de profesores y analistas ligados a la Universidad o servidores de ella. Todo esto es enemigo de la cultura de elite promovida como tarea sustantiva de la UNAM por la Coordinación Institucional. Reducen la cultura a las artes y estas a mafias de mediocres enquistadas en el Estado para saltar de CONACULTA al INBA, a la UNAM y a las editoriales monopólicas con lo que imponen sus intereses con total desprecio a la comunidad universitaria donde es rica la producción literaria, musical, visual y de colectivos interesados en la ecología, la salud, el trabajo comunitario y la medicina tradicional. Nada de esto cabe en el Centro Cultural Universitario y en los espacios de cada escuela e instituto donde privan los intereses autoritarios sin que estudiantes, profesores e investigadores tengan poder alguno de decisión.
Ahora se trata de desalojar al Che en doble sentido: al auditorio ocupado y al nombre egregio decidido por el Consejo General de Huelga en asamblea de 1968. Borrar al Che es quitar el nombre a cambio del de Justo Sierra, el secretario de instrucción porfirista que refundó la Universidad en 1910. Pero es también borrar el símbolo supremo revolucionario al cancelar el acceso de organizaciones rebeldes para discutir y actuar. Se trata de que nunca más se llene el auditorio de ansiosos de oír a un tribunal como el llamado en 1977 Pablo Neruda con representantes distinguidos que condenaron a Guillermo Soberón por haber solicitado la ocupación militar de la UNAM; se trata de que no vuelvan los cinedebates que domingo a domingo hasta los setenta llenaban el auditorio de familias enteras de buen cine y buena discusión y que tampoco se repitan debates memorables entre filósofos como el inolvidable entre el neokantiano Guillermo Héctor Rodríguez y el marxista Adolfo Sánchez Vázquez o cursos con asistencia desbordante de las aulas como los de Luis Villoro. Tampoco habrá manera de organizar encuentros entre especialidades distintas para dar lugar a la Universidad donde los pasos entre facultades han sido sellados. Todo esto es lo que se cancela con el proyecto de desocupación rectoril autoritaria en marcha aplaudido por lo más conservador, reaccionario y privilegiado de la comunidad que no se conforma con sus restaurantes elegantes, su sala de conciertos prestigiosos y sus museos en perfecta coordinación con las galerías y bienales patrocinadas por los grandes consorcios empresariales. Triunfante la UNAM con el premio del ridículo nombre, Príncipe de Asturias, será orientada para acabar con quienes quisiéramos mucho más que preparar cuadros calificados para la supervivencia del Estado agónico. El Che también agoniza y a nadie de los okupas se le ocurrió homenajearlo en el aniversario del día de su nacimiento, el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina.

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