Desalojo

DESALOJO

Alberto Híjar.

El jueves 2 de junio, a raíz del asesinato de un joven en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, fueron asegurados los pasos peatonales cubiertos para impedir la instalación de los puestos de libros, discos, artesanías y mochilas en los que los universitarios satisfacen las necesidades que a la Rectoría tienen sin cuidado. Unos cuantos vendedores reaccionaron con violencia y chocaron contra los agentes de seguridad que obstaculizan con sus autos compactos los ingresos de los que fueran lugares donde podían hallarse tesoros musicales, cinematográficos, literarios y artesanales a bajo precio. La mayoría de los desalojados pidieron una entrevista con la directora de la Facultad quien no los recibió en espera de instrucciones de la Dirección de Patrimonio Universitario y de la de Servicios a la Comunidad. Una campaña infame proclamó en volantes el derecho de los universitarios a sus espacios, todo ello con reportajes en la prensa sobre el narcomenudeo causante del crimen y su presencia en puestos encubiertos con mercancía de tianguis. Los vendedores y estudiantes han replicado denunciando los negocios ilícitos bajo protección de los cuerpos de seguridad de Ciudad Universitaria y de los numerosos planteles fuera de ella. Algunos recuerdan el siniestro papel que estos cuerpos han desempeñado en la represión de los movimientos estudiantiles sirviendo a la Secretaría de Gobernación y al CISEN en especial, y no a la comunidad universitaria a la que consideran enemiga. Cámaras ocultas vigilan y no impiden los robos de equipo electrónico saqueado en camiones que no pueden pasar desapercibidos en las casetas.
El problema de fondo es el incumplimiento de una de las tareas sustantivas de la Universidad: la difusión cultural. Los movimientos universitarios han dejado en poder de la Rectoría los recursos, los espacios y los tiempos de lo que debiera ser una producción, reproducción y valoración constante de la significación, simbolización y desarrollo técnico y científico de tradiciones y memorias incluyentes. Arde México y salvo los eventos y publicaciones de profesores, investigadores y estudiantes, la Coordinación de Difusión Cultural se regodea en un pequeño círculo de mediocridad intelectual y artística conservadoras con perfecta coordinación de una mafia de funcionarios que van de la UNAM al INBA, a CONACULTA, al Fondo de Cultura Económica y se encuentran en coloquios, congresos, ferias nacionales e internacionales donde reparten premios y reconocimientos. A nadie, ni siquiera a Octavio paz, se le han hecho tantos homenajes tan costosos como a Carlos Fuentes, el turista mental por excelencia. Hay en esto situaciones tan escandalosas como el Museo de Arte Contemporáneo y su ostentosa arquitectura escenográfica a cargo de Jorge Legorreta, beneficiado con grandes contratos con resultados de fachadas espectaculares y de incomodidades extremas para los usuarios que no cuentan en la Escuela Nacional de Grabado, Pintura y Escultura La Esmeralda, por ejemplo. Como esto no basta, el Estado le entrega una beca a perpetuidad decidida por los mismos que determinan la validez de la cultura. La UNAM carece de autonomía al respecto y cada rectoría muestra su prepotencia permitiendo eventos asociados con instituciones como la Embajada de Estados Unidos, las Fundaciones Ford y Rockefeller, JUMEX y TELCEL por supuesto. Si los resultados fueran incluyentes no importarían los patrocinios pero quien paga manda y por vía de curadores adecuados, se instalan objetos y se exaltan investigaciones y procesos productivos propios de la globalización salvaje y del empresariado más explotador. Ni los universitarios asisten a esto ni los funcionarios los atienden y muy de vez en cuando, alguna excepción rompe el desencuentro para exhibir sus carencias. Tal ocurrió, por ejemplo, con la presencia de Eduardo Galeano en la Sala Nezahualcóyotl como hace diez años ocurriera con Jaime Sabines.
De espaldas a la comunidad universitaria, se instalan librerías y tiendas como de museo de primer mundo. Los restaurantes del Centro Cultural de CU y el del MUAC están a la altura de quien puede pagar platillos servidos como en cualquier restaurante de lujo. Haber convertido el histórico auditorio Ché Guevara en Galería Autónoma, comedor comunitario y espacio de reventones, no es una culpa de los okupas, sino es la evidencia del incumplimiento de la producción, reproducción y valoración cultural para todos empezando por los de menos recursos económicos ignorados por una pequeña elite de mafiosos.
Pero la decisión de recuperar espacios está tomada desde la rectoría de Juan Ramón de la Fuente que tantas relaciones públicas fomentó para gloria del reconocimiento de la mejor universidad de América Latina. El Auditorio Che Guevara fue devastado por la PFP en febrero del 2000 cuando invadió Ciudad Universitaria para romper la huelga más larga de la UNAM, sus butacas e instalaciones fueron arrancadas, la gran pantalla y la cabina de proyección destruidas y las puertas aseguradas. Gracias a los okupas el Auditorio funciona, mal pero funciona. Ahora vendrá una escalada remodeladora para restituir el nombre de Auditorio Justo Sierra y contradecir al Consejo Nacional de Huelga de 1968. El arquitecto Felipe Leal quien dirigiera la Facultad de su especialidad para luego encabezar proyectos tan especiales como el reconocimiento del campus originario de CU como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, salvo el auditorio devastado por las propias autoridades, será quien coordine la remodelación con sus proyectos para los centenarios históricos de 2010 en el Centro Histórico de México, esos que serán culminados por el consorcio australiano que organiza espectáculos de inicio y clausura de las Olimpiadas. ¡Viva el turismo!
Entre los libreros desalojados hay compañeros entrañables que encontraron en el servicio a los universitarios pobres un refugio digno para sobrevivir. Prolongaron la tradición perdida del librero de viejo que sabe los intereses del investigador, lo procura, le tiene listo un lote de tesoros, cultiva una relación amorosa por entero distanciada del mercadeo. Por esto, por todo esto, duele el desalojo discriminador. No mas encontraremos la digna música no comercial, libros como el de Raúl Sendic tan valioso para mi y tantos otros conseguidos por los libreros compañeros. Pierde la UNAM, pierde el país, pierde la cultura.

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