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Culturas en Iztapalapa

febrero 18, 2010

CULTURAS EN IZTAPALAPA

No todo es inundación, basureros hasta el tope, carencia de servicios públicos, crímenes, pleitos de transportistas, narcotráfico y Juanito en Iztapalapa. Otra Iztapalapa ignorada por los medios escandalosos es territorio de esforzados trabajadores de la cultura. Llevan a las prácticas proyectos variados, todos comunitarios, desde la promoción de los ritos precolombinos, la medicina tradicional, hasta los que tienen que ver con las artes como la danza, el teatro-performance, el rock, las tradiciones orales, las innovaciones pedagógicas, el toreo y la charrería sin reducciones mercantilistas. De aquí la necesidad de consulta ciudadana con el lema Iztapalapa opina y decide.
Con el título Riqueza de la diversidad cultural, el lunes 15 acudieron alrededor de 200 trabajadores de la cultura a dialogar con José Antonio Macgregor, Max Rojas, poeta y promotor cultural y quien esto reporta, todos invitados por un funcionario cultural excepcional porque va promoviendo acciones de la base social por donde pasa. Gerardo Carrillo, guitarrista de concierto participante con música de vanguardia en homenajes al Che, convoca, organiza, cuida que todo marche bien y de esta manera cumple la urgencia de rescatar del deterioro edificios en desuso como uno de la extinta CONASUPO que pronto albergará una escuela de artes y oficios en medio de la frontera bronca entre Iztapalapa y Ciudad Nezahualcóyotl, la colonia Juan Escutia a la que se entra por un gran mercado de carne cruda con sus ofertas de reses en canal colgadas y los carteles donde se enlistan las suculencias codiciadas por los taqueros. La producción necesaria para usos y costumbres tradicionales de los pobres es un buen soporte para discutir sobre cultura.
Max Rojas acentuó la cultura comunitaria como fundamento de tradiciones y de identidades en constante reconstrucción. Macgregor explicó con precisión las interacciones de la diversidad cultural en la que todo cabe incluyendo aquello que la UNESCO llama patrimonio no tangible como si los huipiles bordados o las lenguas indígenas no fueran materiales y concretos. Por mi parte, procuré alertar sobre la neutralidad aparente con la que suelen ser tratados los problemas culturales bajo propuestas de dominación como la unidad nacional. En rigor, dos culturas, dos clases sociales, dos proyectos históricos disputan la hegemonía social y nada ni nadie está fuera de esta lucha. Una pregunta dio el pie para alertar contra el reduccionismo y el pragmatismo hostiles a la crítica histórica y dialéctica, especialmente al tratar al nacionalismo donde luchan el del Estado demagógico asociado a la espectacularidad hipnotizante, el nacionalismo religioso guadalupano conservador y reaccionario y el nacionalismo internacionalista y por el socialismo con una fuerte tradición organizativa en México. La disputa por la hegemonía tiene como referente a la nación destruida por el Estado sin soberanía por su entrega a los grandes consorcios con todo y su cultura de la corrupción y de terrorismo de Estado. Pero no es posible trabajar como si el Estado no existiera a la manera del anarquismo Neandertal según nomenclatura de Alfredo Velarde. El ejemplo del muralismo de Orozco pintando a la justicia borracha y derrengada en plena Suprema Corte con los saqueadores con antifaz de rateros y entre las llamas del incendio social, da buena razón a la negociación con el Estado desde una posición de fuerza tan vigente como la ejercida por Rafael Cauduro también en la Suprema Corte al cubrir tres pisos en 2010 con la interpelación de los masacrados despavoridos que se vienen encima del espectador perseguidos por un tanque de guerra. Tres ventanas son integradas con la presencia de tres granaderos amenazantes como maquinarias de guerra. La tortura como práctica policíaca constante es tratada con hiperrealismo para que no haya duda de quienes mantienen la cabeza de un amarrado dentro de un excusado de un perro arrancando el sexo a un personaje desnudo y ensangrentado, a las sillas ocupadas por mujeres totalmente violadas, todo entre simulación de paredes maltratadas, grafiteadas, con carteles a medio desprender y al lado de un muro donde la disposición de los tabiques de resina acrílica transformada, da lugar a una profundidad virtual con una mujer de revista de modas derrengada en el fondo. En el piso bajo, la simulación de una construcción ruinosa alberga archiveros y expedientes apilados del Poder Judicial según puede leerse en los colocados al frente. Como fantasmas, hombres y mujeres habitan los alteros para alertar de las presencias que no hay que ignorar. Las jóvenes guías se esfuerzan en convencer a los escolapios en visita obligada de que todo es cosa del pasado y de los delincuentes, pero los tratamientos hiperrealistas de Cauduro hacen imposible la malversación de sus maravillosos signos. Para no dejar dudas, Cauduro explica con clara caligrafía roja la estética de la denuncia. He aquí como con la apropiación tecnológica necesaria concretada con excelencia estética y con claridad histórica, es posible asumir el patrocinio estatal sin despeñarse por los retratos de funcionarios corruptos o de lugares comunes sobre la historia oficial como ocurre en los otros murales también inaugurados en 2010.
Antiguos compañeros se acercaron en medio de la taquiza para darme videos, libros, discos, periódicos, programas, invitaciones como prueba de que las quince consultas ciudadanas y las que seguirán, fomentan encuentros solidarios de urgente realización como el rescate del abandono de la monumental Cabeza de Juárez y el museo que alberga dentro donde se argumenta la importancia histórica del liberalismo mexicano antiimperialista y laico que consolidó un proyecto republicano ahora en crisis pese a la modificación del artículo 40 constitucional por aprobar en el Senado y en las Cámaras estatales.

OPRESIÓN, REPRESIÓN, REVOLUCIÓN

abril 23, 2009

OPRESION, REPRESION, REVOLUCION.

Alberto Híjar.

Aún hoy, las Escuelas Normales Rurales sobrevivientes de la debacle educativa, los Colegios de Ciencias y Humanidades de la UNAM y algunos institutos tecnológicos como el de Zacatepec de Jaramillo, conservan los murales de José Hernández Delgadillo con sus fuertes trazos diagonales y los altos contrastes rojinegros de puños alzados, rostros fieros y fusiles prestos. Algunos guardan inscripciones testimoniales de luchas populares que con las listas de colaboradores, señalan el afán organizador del maestro. Difiere todo esto de la carrera acomodaticia que pudo iniciar en 1961 cuando fue premiado en la Segunda Bienal de Jóvenes de París. Un gran cuadro, por tamaño y calidad no figurativa, pudo inclinarlo hacia la ruptura antinacionalista y trepadora favorecida por la cultura de Estado. Optó en cambio por el humanismo de Nueva presencia empeñado en organizar un expresionismo denunciante de los crímenes de Estado del vecino del norte y del opresor directo de la nación mexicana. De aquí su relación con poetas, actores y actrices, bailarinas y juglares diversos con los que recorrió tomas de tierras, huelgas, plantones para construir una poética con voz e imágenes solidarias del pueblo en lucha. La galería Edward Münch sirvió de base con asombrosas exposiciones colectivas ampliadas hasta los camellones vecinos. Arte Colectivo en Acción aún sigue y promueve la reproducción de la gráfica pictórica mural o no, lo mismo en libros de gran formato como el Códice Tlatelolco que en antologías de poesía del 68. A la par, el trabajador incansable encontró tiempo para exposiciones aquí y en otros países de América, Europa y en Estados Unidos donde cultivó entrañables relaciones con chicanos distinguidos. Sobreviviente del apañón en el Campo Militar No. 1, dejó murales, relieves y esculturas en espacios públicos y en 1967 el Instituto Politécnico Nacional expuso una visión retrospectiva de su obra. Procuró la formación del Partido Socialista necesario y ganó la postulación como representante popular a base de mantenerse en constante actividad político-cultural. No pudo realizar su proyecto postrero de escultura en su natal estado de Hidalgo, pero sus colegas siguieron su boceto para integrarlo a un parque público con las obras de todos ellos. Pintor excelente, desarrolló una gráfica de urgente aplicación a fin de humanizar espacios públicos y privados siempre solidario con la dialéctica vital de articulación de las urgencias sociales con la formación personal. Sufrió la destrucción de algunos de sus murales pero confió en la supervivencia de su obra, de su política solidaria, de su práctica de significación popular en lucha contra la represión, la opresión y la infamia. Por todo esto es justo reconocerlo en el Salón de la Plástica donde fue premiado, discutido, criticado y aplaudido como ahora, hasta la victoria siempre.
A raíz de su secuestro y segregación en el Campo Militar número 1, José Hernández Delgadillo pintó el cuadro mural Opresión, represión y revolución. El año 75 que acompaña a la firma fue aciago para los movimientos populares abatidos por la guerra sucia hasta el punto de volverse problema personal compartido con los poetas y juglares de Arte Colectivo en Acción, Leopoldo Ayala y Juan Alejandro. De aquí un corte en la composición del cuadro para dar a entender el hacinamiento ilegal tras rejas y recuadros. La rigidez de esta parte dedicada a la represión se vale de una especie de Tlazoteotl, esa divinidad fúnebre en este caso con cabeza de calavera, en cuclicllas y con un cadáver niño a los pies, todo entre franjas rojinegras y acentos blancos. La opresión es abstracta y dinámica, rememora un lazo, una cerradura, la cabeza de una bestia, otra yerta con trazos curvos arriba, sobre un azul oscuro y trazos rojizos que se prolongan en trazos de una cabeza de perfil con ojo desorbitado pero de boca cerrada ¿Se entiende? Sólo se abre la boca en la sección Revolución con la serie de perfiles después de los cuerpos tensos a manera de diagonales característica de la dinámica del maestro. Una frase con pequeña letra arriba de la firma, dedica la obra a los caídos del 68 justo en la hora sufrida donde es necesario probar que pese a todo, la lucha sigue. Sin recurrir al panfleto y con sus capacidades artísticas en pleno, Hernández Delgadillo reitera la necesidad de vencer.